Y un día, y otros muchos más, a mi vuelta del colegio, mi casa se convirtió de pronto en un estudio fotográfico
y, una jovencísima universitaria, Lourdes Cerrillo, acompañada por un fotógrafo, se dedicaba a desmantelar
todo y a hablar con mi abuela y mi madre, más voces que me penetraban hablando de mi abuelo.
Las esculturas y cuadros, compañeros de fantasías y juegos de infancia habían ya salido de casa para una
exposición, homenaje póstumo, pero mis voces me hablan más nítidamente de la inauguración del Museo de
Calahorra siendo Consejero de Cultura José Ignacio Pérez.
Recuerdo un viaje a Madrid, en los años 80, con mi madre, visita a un alto cargo del Ministerio de Cultura,
dirigido por Javier Solana, un hombre elegante, amabilísimo que me impactó tras el largo recorrido entre
grandes escaleras, interminables pasillos para acabar en un despacho que respiraba arte.
20 de junio de 1984 el claustro de profesores de un Instituto en Logroño vota el nombre de Escultor Daniel que
es ratificado por el Ministerio de Educación y Ciencia. Voces y gritos de jóvenes adolescentes llegarán al busto
del “Autorretrato” de Daniel que se encuentra en el hall de la entrada. Un Instituto que a lo largo de los años se
ha convertido en un referente en la ciudad de Logroño, innovador como lo fueron las vanguardias.
1985, de pronto esas caras esculpidas, esos cuerpos dibujados, empezaron a pertenecer al mundo exterior
como yo lo hacía siendo una adolescente, crecieron y sin darme cuenta pasaron de mi casa a los Palacios de
Cristal y Velázquez en El Retiro de Madrid. El Presidente Felipe González, el Ministro de Cultura, Javier
Solana, y mucha, muchísima gente entraban en una parte de mi alma. Era la exposición “Escultura española
1900 - 1936”.
9 de junio de 1986, mi abuelo es condecorado con la Medalla de Oro de La Rioja y las voces resuenan por todo
el claustro del Monasterio de San Millán, las del Presidente, José Ignacio Pérez, las de Tomás Llorens y por fín
las de mi adorada yaya Ernestina Negueruela:
“Las mariposas del Monumento Homenaje a la Lengua Castellana hoy han volado al cielo y de parte de Daniel
nos dan las gracias”
Y luego idas y venidas por España de museo a salas de exposiciones, conferencias, incluso la Universidad de
La Rioja, el Ateneo Riojano. En 1981 Tomás Llorens Director del Museo Nacional Reina Sofía recibe el
mandato de crear una colección permanente y elige obra de mi abuelo que pasa a formar parte de la colección.
Voces y voces resuenan en mí y me inundan, algo grande, importante, magnífico se ha producido y por fin mi
yayo va a poder ocupar el lugar que le corresponde. Se suceden exposiciones monográficas de Daniel por
España, conferencias, libros, incluso una exposición en la Fundación “la Caixa”, Barcelona, 2005 “Rodin y la
revolución de la escultura. De Camille Claudel a Giacometti” mi abuelo se encuentra junto a los mejores
escultores europeos de su época. Yo estoy lejos y las voces de mi madre, de mis tíos, primos a través del
teléfono que me cuentan y se quedan.
El privilegio de escuchar la cálida y sabia voz de Tomás Llorens explicándome la colección del recién
inaugurado Museo Thyssen-Bornemisza e incluso hablándome de mi abuelo Daniel. Una voz que todos los
meses, sin falta a través del teléfono, llegaba a casa de mis padres y de allí a mí.
Silencio. No hay más voces. Mi abuela, la de la sonrisa permanente, mi amiga de infancia, mi musa, mi
soporte, la mejor contadora de historias, inventadas y reales, la que me escondía en los sitios más
inverosímiles de la casa, estaba enferma. Ella, la otra mitad de Daniel, su amor, se iba, su mente me dejaba y
aunque siguió viviendo, para mí ya estaba lejos. Fueron años invadidos de tristeza. Si mi yayo Daniel es
importante en mi vida, también mi yaya. Ella sí que inunda todos mis recuerdos hasta mis 40 años. La quiero
tanto, tanto que el trauma de su alzheimer me impidió recordarla como era durante meses. Desde entonces y
de una manera natural tuve la necesidad de hablar con ella cada día y, poco a poco, fui introduciendo en esas
charlas a mi abuelo Daniel.
De vez en cuando hay voces para inaugurar una plaza a su nombre, una calle, el Senado de España adquiere
una escultura, inauguración del busto de Gonzalo de Berceo en el municipio de Berceo, el de Marqués de la
Ensenada en Alesanco … 2002 el Museo Nacional Reina Sofía bajo la dirección de Juan Manuel Bonet
adquiere de nuevo obra. En el 2006 el Doctor en Arte José Luis Labandíbar escribe un fantástico libro titulado
“Daniel, de la belle époque à Woodstock” y de nuevo un coro de voces se oye: el Ayuntamiento de Logroño en
2016, con Cuca Gamarra como Alcaldesa, le concede la Medalla de Oro de la Ciudad y ese mismo día todo un
griterío ensordecedor me habla «Fundación, hay que hacer algo», voces, de nuevo voces tanto internas como
de mi esposo, amigos, y seguramente de mis abuelos. Empieza de nuevo la función, se abre el telón, mi
marido me empuja y creamos, junto con mi madre, hija de Daniel la Fundación Escultor Daniel en 2017.
París, París, fueron dos viajes (1918 y 1924) los que Daniel hizo a la capital de las vanguardias históricas
donde conoció a Gauguin, Durrio, Pablo Picasso, Julio González, Pablo Gargallo, y tantos otros. Oigo todavía
la voz de mi abuela que nombra continuamente Atelier Perrier por haber sido donde por primera vez expuso su
obra en solitario. Uno de los objetivos de la fundación será localizarlo. 2019, octubre, las voces de Lourdes
Cerrillo y Juan Manuel Bonet en unas conferencias en la ESDIR de Logroño hablan del Club R-26. Noviembre,
oigo a mi esposo con una voz fuerte y alegre decirme “lo he encontrado, lo he encontrado”: se había puesto en
contacto con un actor, escritor y guionista de teatro, Norman Barreau quien estaba representando una obra de
teatro referente al Club R-26. Como si de un maremoto de voces se tratara el París de mi abuelo tenía
nombres, rostros, vida y sonidos. Mi abuelo había pertenecido a ese club que, como si de un movimiento
artístico se tratara, estableció unos estatutos y en torno a la música de jazz compuesta y cantada por el
matrimonio Perrier, empresarios textiles, reunieron a personalidades tan sobresalientes como Sonia Delaunay
o Le Corbusier. Inmediatamente conocimos a la nieta de la familiar Perrier y descubrimos obra desconocida
de mi abuelo, incluso imágenes, eso sí, mudas. Nunca podré escuchar la voz de mi abuelo, pero mis lágrimas,
al reconocerlo inmediatamente, en ese pasar rápido de cintas y cintas cuando ya nadie creíamos que iba a
aparecer, me hablaron de la unión que tengo con él.
El mar de voces ha sido desde entonces un océano, de día de noche, en sueños, despierta, dormida, todo gira
en torno a Daniel y su obra. Es un trabajo que rápidamente ocupa mis horas del día e incluso mi ocio está
dirigido a impregnarme de arte, algo que ya había sucedido en mi infancia, pero ahora es mi propia voz que me
grita con una alegría inmensa “adelante”. Empecé recibiendo cursos de arte de una hora a la semana, pasé a
hacer un CAD de márketing del mundo del arte y ahora estoy ya estudiando el 2° curso del Grado de Historia
del Arte en la UNED. ¿Mis vacaciones? Playa y museos y ciudades en las que hay exposiciones importantes,
galerías, y maletas llenas de libros de arte.
Hoy puedo decir que conozco a mi abuelo a través de su obra y que me fascinan sus carboncillos. Josefina Alix
Trueba quien ha sido una de las voces escritas que más líneas le ha dedicado la obra de Daniel, les dedicó el
libro “Daniel González. Dibujos de un escultor” a ella le debo la voz que ha descrito mi sentimiento de amor
hacia ellos.
No recuerdo la voz de mi abuelo, su imagen en mi mente es borrosa pero siempre me ha hablado.